Apocalipsis 2: 13 interpretación
“Yo sé dónde moras, donde está el trono de Satanás; pero retienes mi nombre, y no has negado mi fe, ni aun en los días en que Antipas mi testigo fiel fue muerto entre vosotros, donde mora Satanás”.
Este versículo es parte de una carta que el apóstol Juan escribió a la iglesia en Pérgamo. En la carta, Jesús se presenta a sí mismo como aquel que tiene la espada aguda de dos filos, lo que significa que tiene el poder de juzgar y separar lo bueno de lo malo. Jesús luego elogia a la iglesia por retener su nombre y no negar su fe, incluso en medio de la persecución y la muerte de Antipas, un miembro de la iglesia que fue martirizado por su fe en Cristo.
Sin embargo, Jesús también señala un problema en la iglesia en Pérgamo: están permitiendo que la enseñanza de Balaam y la doctrina de los nicolaítas entren en la iglesia. Estas enseñanzas falsas animan a los creyentes a participar en la idolatría y la inmoralidad sexual. Jesús advierte que si la iglesia no se arrepiente de estas prácticas, él vendrá y peleará contra ellos con la espada de su boca.
El versículo en cuestión se refiere al hecho de que la iglesia en Pérgamo vivía en una ciudad donde se adoraba a Satanás y donde se encontraba su trono. La ciudad era famosa por su altar dedicado a Zeus y por ser un centro de culto de la diosa Cibeles. La iglesia estaba rodeada de una cultura pagana y corrupta, pero a pesar de esto, los creyentes en Pérgamo se mantuvieron firmes en su fe en Cristo.
El versículo también menciona a Antipas, quien fue martirizado por su fe en Jesús. Antipas es un ejemplo de fidelidad en medio de la persecución y la muerte. A través de su muerte, Antipas dio testimonio de su fe en Cristo y se convirtió en un mártir que inspiró a otros a permanecer fieles a pesar de la adversidad.
En resumen
Apocalipsis 2:13 es un recordatorio de que, como creyentes, debemos mantenernos firmes en nuestra fe en Cristo, incluso en medio de una cultura pagana y corrupta. Debemos resistir las enseñanzas falsas y la tentación de participar en la idolatría y la inmoralidad sexual. Debemos seguir el ejemplo de Antipas y estar dispuestos a dar testimonio de nuestra fe, incluso si eso significa sufrir persecución y muerte.