Apocalipsis 3: 15 interpretación
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!”
Este versículo proviene de la carta a la iglesia de Laodicea, una de las siete iglesias a las que se dirige el libro de Apocalipsis. Laodicea era una ciudad rica y próspera en la antigua Asia Menor, conocida por su riqueza, su industria textil y una famosa escuela de medicina. Sin embargo, a pesar de su riqueza material, la iglesia de Laodicea es reprendida por su tibieza espiritual.
En este versículo, Jesús critica a la iglesia de Laodicea por ser ni fría ni caliente, es decir, por su complacencia y falta de celo espiritual. La metáfora del agua fría y caliente probablemente se refiere a las aguas medicinales que eran una característica conocida de la región. Las aguas termales de Hierápolis, cerca de Laodicea, eran calientes y tenían propiedades curativas, mientras que las aguas frías de Colosas, también cercanas, eran refrescantes. Pero Laodicea tenía que recibir su agua a través de un acueducto, y para cuando llegaba a la ciudad, estaba tibia y no era ni refrescante ni curativa.
Aplicado a la iglesia, esto indica una crítica a su falta de utilidad espiritual. No son refrescantes (fríos) en el sentido de traer alivio a los cansados y oprimidos, ni son curativos (calientes) en el sentido de traer sanidad y transformación. En cambio, su complacencia y autocomplacencia los han hecho inútiles e insípidos.
Además, Jesús expresa su deseo de que fueran fríos o calientes. Esto no significa que preferiría que fueran fríos (es decir, completamente no espirituales) en lugar de tibios. Más bien, está expresando su deseo de que sean útiles y efectivos en su compromiso espiritual, ya sea que eso signifique ser refrescantes y aliviar a los cansados, o ser curativos y transformadores.
En última instancia, este versículo es un llamado a la auténtica espiritualidad y al compromiso apasionado con el evangelio. Es una advertencia contra la complacencia y la autocomplacencia, y un recordatorio de que la verdadera riqueza se encuentra no en las posesiones materiales, sino en una relación viva y vibrante con Dios.